Tags: mios

Un escobazo en la nuca

20 Jun

Yo solía salir como un winner de casa, porque la verdad es que para poder salir de ella había que ser todo uno. Y así por cosas de la vida y una domestica distraída, me pusieron un vaso de libertad enfrente al que no pude decir que no y salí a la calle cargado de actitud, desparramando alegría.

Ahí estaba, caminando como si la descubriese por primera vez de nuevo, en ese dejavú tan constante. Iba mirando a la gente que también me miraba extrañada. Tal vez por mi manera de orinar en prácticamente todo lo que había en mi camino, era extraño, no tome nada ¿o tome demasiado? pero creo que ese fue el día que mas orine en mi vida y me sentía tan sano que ni se cruzo por la cabeza que no lo era. Era sano, se sentía bien, era un gran alivio que corría por mis venas y chorreaba en el suelo. Bien por mi.

En una de aquellas esquinas pintorescamente tan verdes, me encontré con ella siempre hermosa y radiante, a lado de aquel atorrante, podría haber hecho una escena pero no, esa faceta hoy la deje en casa. Me parece que ni me vieron, me pareció que no los vi. La verdad es que ni me inmute porque tenía mi mente puesta en el camino y el sol puesto en la cara, hasta que me dio la sombra de un pronunciado mango lleno de sorpresas que me invito a descansar y como buen entendedor me acosté pelando panza.

Arbol-de-mango

Me dormí con la boca abierta, hasta que una señora vino a despertarme, la pobre pensó que estaba muerto y rio aliviada cuando se dio cuenta que no. Si, parezco un muerto cuando duermo, igual me parece mejor parecer un muerto que desear a otros morir con mis ronquidos. A veces pienso que debería ser actor, tal vez otro día.

Me pare, y mire tímidamente a la verduga de mi sueño. No había nada que hacer, el ya no iba a volver y esta anciana no tenía la culpa. Bostece y me estire como pude para emprender la vuelta a casa, orgulloso de haber tomado aquel vaso ya vacio. Pase por la misma esquina, no los volví a ver, a ellos, ni a mi.

Llegue a casa, me encontré con la domestica esperándome afuera, al verme dijo “nde jaguane vivo que anda, sigapy” y me pego un escobazo que no me esperaba.

Yo le moví la cola diciéndole gracias.

Verdugo Mostaza

21 Mar

verdugomostaza

La rebeldía me encontró muy temprano confundiéndome a su antojo: sin edad para hacerme el pavo y todavía con aquella inocencia típica de la edad, que se negaba a ser desplazada. Esa lucha interna fue posiblemente lo que hizo brotar lo violento en mí, digo broto porque la violencia en la gente es fruto de un proceso que tiene sus raíces y es regada de cosas malas (más…)

Tía Delia

8 Nov

delia

Algunas noches se acostaba y dormía como muerta. Otras no pegaba un ojo en toda la noche, yo diferenciaba esos días por la luz que arañaba mi ventana.

(más…)

Lucho, gordo infeliz (II)

29 Oct

cookies

Hasta ese día nunca supe que en el sube y baja podía haber tanta magia junta. Ella arriba, ella abajo. Cuando quedaba arriba sometida por la gravedad y mi humildad manifestada en varios rollos demás de cómplice, el paisaje simplemente se volvía perfecto. El sol se escondía detrás de ella como cohibido ante tanta hermosura junta y el viento la acariciaba levantando su pelo lacio que ondeaba como una bandera de algún país de ensueño. Yo no podía dejar de mirarla embobado.

(más…)

Lucho, gordo infeliz (I)

13 Oct

tajy

Lucho siempre fue un gordo infeliz, lo único que cambio en él fue su barriga que con el correr de los años duplico su tamaño. Nunca entendí porque la gente dice “correr de los años” los años no corren, te caen encima. Exactamente como lo hace la lluvia, por supuesto hay a quienes les queda bien mojarse y a quienes no. Lucho pertenecía a los segundos, siempre perteneció a los segundos. Si bien sabia hacer de todo, nunca fue el mejor en nada.

(más…)

Dia de picnic

12 Ago

comida,food,fruit,fruta,picnic,quilt-c95d25de00114838d01ef41d4b4ed5ea_h

- Mira todas esas estrellas, nunca vi un cielo tan hermoso – decía ella tratando de que ese incomodo momento llegase a su fin.

- Yo nunca vi una cara más hermosa que la tuya – insistía el.

El silencio respondió por ella y él lo entendió. Simplemente se derrumbo por dentro y se levanto por fuera para decir que ya era hora de volver, ella lo miro y empezó a juntar las cosas. Aquel inocente picnic de amigos para ella, declaración de amor para él había llegado a su fin como esa amistad que los unía de toda la vida. Ambos sabían eso, pero ninguno dijo nada.

No hace falta mencionar el silencio que envolvió el viaje de vuelta, se podía escuchar hablar a las ranas al costado del camino mientras el pasto se movía. El manejaba casi sin pestañear, no tenía valor para usar el retrovisor que estaba del lado de ella que miraba incomoda su celular, esperando que llegase una llamada que no iba a llegar para aguar ese silencio tan pesado.

Llegaron a su casa, el a duras penas desprendió un “Nos vemos” ella solo lo miro y bajo del auto que salió sacando humo de las llantas como si de una carrera se tratase. La preocupación la invadió e intento llamarlo por el celular pero estaba apagado, una gota fría recorrió su frente y cayó al piso. Tuvo un mal presentimiento como nunca antes lo había tenido. Aunque nunca le gusto que los enojos de él siempre fuesen canalizados abusando del velocímetro, simplemente esta vez la sensación era distinta.

Prácticamente al instante sonó su teléfono celular y escucho algo que la paralizo, cayó al piso inmóvil. El auto de él había caído del puente, de ese puente donde vieron tantos atardeceres juntos, donde cruzaron tantas veces camino a la escuela, donde tiraron tantas monedas pidiendo tantos deseos que tal vez nunca se cumpliesen, era el puente de ellos.

No podía moverse, ni entendía lo que sucedía pero escuchaba gente a su alrededor. Escucho a sus padres, a sus hermanitos y a la nana que lloraban desconsolados. Poco a poco todo se fue silenciando y solo lo escuchaba a él diciéndole lo bello de su rostro, lo linda que se veía allí acostada y como le encandilaba el brillo de su pelo.

Allí despertó ante esos ojos verdes y le conto lo que soñó. Le dijo que se dio cuenta cuanto lo amaba y que quería estar colgado de su cuello toda su vida. Él miraba incrédulo y simplemente no dijo nada.

El silencio respondió todas las interrogantes de ella que simplemente se derrumbo por dentro y se levanto por fuera para decir que ya era hora de llegar a su casa, él sin dejar de mirarla empezó a juntar las cosas…