Verdugo Mostaza

21 Mar

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La rebeldía me encontró muy temprano confundiéndome a su antojo: sin edad para hacerme el pavo y todavía con aquella inocencia típica de la edad, que se negaba a ser desplazada. Esa lucha interna fue posiblemente lo que hizo brotar lo violento en mí, digo broto porque la violencia en la gente es fruto de un proceso que tiene sus raíces y es regada de cosas malas. Nadie nace malo y el momento que se vivía en casa regaba hasta ahogar.

En aquella escuelucha con más pinta de casa de barrio que de una institución medianamente seria, me sentía invencible y no porque no había nadie que me pueda hacer frente sino porque pasado un par de rostros por mis puños no había quien se cruce en mi camino. Era consiente que había unos cuantos que si querían me pasaban por encima pero como me tenían miedo ni les habrá pasado por la cabeza hacerlo. Manga de maricones.

Tenía solamente un par de reglas que cumplía, coincidentemente eran las que me auto impuse para las peleas: no les dejaba de pegar hasta ver sus miradas mojadas y si corrían no los perseguía, si bien podía alcanzarlos que corran alimentaba mi ego. Algunas veces los corría a medias solamente para echarlos al piso y otras ni lo intentaba a causa de los hermanos mas grandes.

El día que surgieron los problemas, fruto de un manchón de sangre en el guardapolvos y una señora gritando a los cuatro vientos frente a  casa Mamá ya no supo que hacer, había colmado todo brote cercano de paciencia en casa, y la paciencia siempre escaseo en ella.

Luego de darme una intensa sesión de cables de la cual llevo el recuerdo hasta hoy en las piernas, se le ocurrió, tal vez como ultima opción que lo que me faltaba era una intervención divina y me llevo a ese lugar tan grande y frio, en donde todos asumían ser buenas personas porque iban a “marcar tarjeta” todos los domingos.

Fue en la iglesia donde conocí a Diego “el negro”, lo llamabamos así porque había otro Diego: “El rubio” con el que si me lleve bastante bien desde el primer día. Diego el negro fue la persona más desagradable, maleducada y prepotente con la que había tratado hasta ese momento. Capaz en ese sentido eramos iguales, por eso no lo podía ver. Creo que a el le pasaba lo mismo conmigo, lo notaba en su mirada.

Admito sin culpa que odiaba profundamente ir a iglesia porque aprendí que por mas celestiales que fuesen las paredes siempre había lugar para la hipocresía. Una tarde escuche a dos señoras hablando de la situación de casa y diciendo barbaridades de mi familia, del porque papa no volvió a aparecer y rieron como las malas de los dibujitos. De por si vivía avergonzado y saber que hablaban así de nosotros frente a Él me hacia sentir mucho peor todavía. Cuando crees que no podes estar peor, la vida te trae sorpresas.

El día que dije basta e iba a comentarle a mamá lo que escuche apareció en casa Diego El Rubio emocionado y sin aliento, estaba avisando casa por casa que después de la iglesia íbamos a jugar un partido en la canchita que quedaba detrás. Un simple partido de futbol me hizo desistir la idea de dejar de ir. Así de barato fui, así de barato soy.

Al salir de la iglesia teníamos alrededor de diez minutos para ir volando a casa, ponernos shorts y la remera de nuestro equipo favorito los que podían. Nos juntábamos a las cinco puntualmente en el medio de la cancha para tomarnos las manos y orar antes de arrancar el futbol.

Este ritual lo celebrábamos religiosamente a partir de ese día, todos los sábados después de misa. No hace falta ni mencionar que al poco tiempo aparecieron ciertas rivalidades que no pasaban de inocentadas: quien hacia más goles, el que corría más y otras cuestiones sin importancia. Aquellas jornadas hubiesen sido perfectas sin la presencia del Diego “el Negro”, que era de lo mas tramposo y sucio sobre la faz de la tierra.

El negro se creía invencible por ser el más grande, era de lo peor. Tenía problemas con todo y todos a la hora que tendría que pasarla bien. Nunca dije nada porque siempre fue mi compi pero eso cambio el día que Pepe,  el hijo de la almacenera me hizo un penal que quería chutar con todas las fuerzas que me quedaban. Ahí la caradurez del negro dijo presente y se adelanto a chutar el penal que me habían hecho a mi y para el cual había puesto yo la pelota. Para colmo lo erró groseramente.

Sin pensar mucho, toda esa fuerza contenida en mis piernas fue a parar en su enorme carrocería, acompañada de varias palabrotas que hasta ese momento no sabía que sabía. Diego cayó al piso de cara y yo me sentí un segundo en la gloria. Mientras todos miraban incrédulos, el negro se levanto y se me vino encima como un tsunami gritando que yo era un “abandonado”, un  “huérfano” y que ni mi mamá me quería, me hirvió la sangre y busque su grotesca cara que logre golpear con una fuerza que no se de donde salió. Diego empezó a sangrar. Nadie intervenía porque lo disfrutaban, veía de reojo un “por fin alguien se atrevió” en las caras de todos.

Diego se quedo inmóvil y yo quede mirándolo con demasiada furia como para tener una gota de lastima y terminarla ahí. Le dije con mucha rabia: “Ahí tenes gordo, deja de llorar que es kétchup de la pancheria de tu papá. Gordo panchero que anda”. Grueso error: en ese momento se levanto y se abalanzo contra mi integridad.

Fue inútil resistirse, la diferencia de tamaño y experiencia era brutal. El Negro era un camión que me paso por encima. Me hizo bizco a los golpes, me golpeó salvajemente como nunca me habían golpeado en la vida. Me deje caer al piso pensando que los golpes iban a cesar, pero no. Toque un nervio sensible y estaba pagando por ello.

Gracias a Dios iba pasando por la canchita Tato, un borrachin  al que raras veces se lo ve consiente y pudo frenarlo. Diego parecía endemoniado y hasta podría sacar espuma por la boca. Tato lo mando a su casa, con un tuque de premio por haberme tumbado de la forma en que lo hizo. Nadie se atrevió a ayudarlo a levantarme, me pare como pude y me retire sin decir nada.

Ese fue el día en que me di cuenta que tenia que bajarme de las nubes. Me corrijo: ese fue el día que me bajaron de ellas a los golpes. Diego no volvió a pisar esa iglesia, ni a hablar con nadie como si hubiese desaparecido. Poco después me entere que su mamá lo había mandado al interior a trabajar porque era “muy salvaje” para una vida de ciudad. Es que con los chismes, la realidad se va distorsionando. La gente decía que iba a matarme si Tato no lo frenaba. Aunque eso también podría haber sido verdad.

Varios años después iba atravesando el Mercado 4, cuando escuche una voz conocida. Me detuve y mire a un costado, era Diego El Negro bastante crecido en la pancheria de su viejo y que según el nombre ahora le pertenecía.

El me vio y me señalo una butaca vacía, sin bacilar demasiado me senté en “La Pancheria de Diego”. Era  improbable que me reconozca, no se como el tiempo lo trata a uno pero a mi me cambio bastante, incluido físicamente. Sin decir una palabra y mirándome de reojo, corto el pan puso un pancho medio quemado que es como me gustan y agarro la mostaza.

Antes que pueda pararlo con un gesto porque que prefería otro condimento me miro a la cara y me dijo: “No importa, va por la casa. Y kétchup a vos no te sirvo…”

El negro me había reconocido.

18 Respuestas para “Verdugo Mostaza”

  1. Tite Vera 21. Mar, 2010 at 20:52 #

    Increíble relato! Me encantó!

  2. Santiago Valdez 21. Mar, 2010 at 21:31 #

    Buenísimo…Muy entretenido!

  3. araceli 21. Mar, 2010 at 21:37 #

    Que increible.

  4. pefaur 22. Mar, 2010 at 9:49 #

    asi lo que te envidio pedazo de loco de mierda

    que grande ya sos, que buen final!

  5. kbzon 22. Mar, 2010 at 13:57 #

    Que mostro el relato, igustoiterei he’i Julio González Cabello.

  6. Ruth 22. Mar, 2010 at 15:21 #

    Que buen relato!!.. me gusto mucho..

  7. Diego (Ni el negro, ni el rubio) 23. Mar, 2010 at 3:21 #

    Hace unos días publiqué un relato en mi blog, lo que tiene en común es eso del encuentro con alguien después de años y en una situación tan distinta. Por eso más que nada me gustó.
    Saludos

  8. Gabriel 23. Mar, 2010 at 16:59 #

    Gracias por leer… estuvo largo! que grandes son… un abrazo

  9. elbow 24. Mar, 2010 at 12:24 #

    Clavado donde gusta viejo, Segui asi loco!

  10. Jose 25. Mar, 2010 at 10:57 #

    Hija, en serio estuvo buenisimo, aguante Diego el Negro..

  11. mike 27. Mar, 2010 at 18:45 #

    boludo.
    de mis favoritos.
    eso nomás.
    estás en mis marcadores…con turrini claro.

  12. Lauri 31. Mar, 2010 at 5:14 #

    buenísimo!
    me encanta ..

  13. Gabriel 31. Mar, 2010 at 10:09 #

    andate a la m ….

  14. Eru 04. Abr, 2010 at 17:02 #

    ¡Hola! Esta es mi primera vez en este blog, y realmente me encantó tu relato. Seguí así y mucha suerte. :D

  15. vicky 11. Abr, 2010 at 20:04 #

    idolo como siempre gabriel! de donde sacas tantas ideaas para escribir jaja

  16. Gabriel 12. Abr, 2010 at 12:36 #

    Tienen que pasarse mas por acá, este lugar tiene toda la onda (?)

  17. Ikki 06. Oct, 2010 at 11:26 #

    No va serrrrr! Jooo de pooota loo! Excelente relato!

  18. Ajirü-chan 30. Nov, 2010 at 2:48 #

    Wow… Hasta que leí la palabra ketchup, la primera vez, trataba anteriormente de hacer la relación con el título! xD Muy buen final, me llegó la parte emotiva del relato, en serio, se hizo sentir en mi. T_T

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