Que el colegio es una poronga hasta el último día de clases es un descubrimiento, bueno “re descubrimiento” porque por más de que tus padres, hermanos y amigos mayores te adviertan “aprovecha porque es la mejor época de tu vida” a vos no te importa, ir al colegio es una poronga: los profesores son todos unos ignorantes, las compañeras unas argeladas de morondanga, la directora se toma contigo y con todo tu curso ¡famoso! La comida de la cantina es hecha a base de ratas y cucarachas, los baños son de la época de la Triple Alianza y el aire acondicionado del aula funciona más de adorno que de otra cosa. Ir al colegio es el peor castigo para todo puberto, y digo “puberto” con orgullo.
Pero lo que descubrimos el ultimo día, si ese ultimo día en el que llegas desconociendo tu procedencia, con un olor a cebada recontra ‘peste’urizada con pucho y pedazos de carne descompuesta del asado de la “cena despedida” que te pusieron los perros cuando te quedaste dormido mientras lloraban y cantaban. En ese momento entre tanto tanto tanto dolor de cabeza pensas “Como voy a extrañar esto carajo”.
Estimado lector en edad escolar, yo no te voy mentir: lo vas a extrañar todos los días de la vida, y el techaga’u (añoranza) va a aumentar considerablemente cuando vayas a la facultad y veas todas esas caras raras o cuando estés en el laburo rascándote mientras miras los perfiles de los ex compañeros en alguna red social, son catarsis continuos de: “Era feliz y no lo sabía…”
El post se debe a que hoy me contaron que la “Carta al Colegio” (link) que escribí alguna vez, apareció en la revista aniversario. No es EL LOGRO pero me trajo una linda sensación y muchos lindos recuerdos así que … ya que estamos!