En algún sitio profundo de nuestra enigmática mente siempre surge esa pregunta; no importa que estemos en un momento crucial de nuestras vidas o estemos acostados mirando como doblamos el dedo gordo del pie y riéndonos de lo simpático que pudiesen ser nuestros calcetines.
Pareciera ser una tarea programa de nuestra conciencia, LA CONCIENCIA (aquella voz que nunca podemos callar, que invento divino: la única prueba física de que hay algo más que solo nosotros) y surge la gran duda, desconocimiento y amargura de no saber que somos.
Estos días me detuve a pensar detenidamente que soy para mi familia, que soy para mi pareja, para mis amigos y los más importantes que soy para mí.
Cuando digo “me detuve a pensar” no hablo de minutos u horas antes de dormir, sino días, hasta me fue mal en un examen por eso pero me fue bien y me hizo muy bien el receso mental que me tome.
Vi pasar toda mi vida, desde que era pequeño, llorón e inocente hasta lo que soy ahora. Recordé tantos momentos que me salieron lagrimas, ganas de volver a aquel lugar donde todo era inocencia. Donde podía jugar desde que me levantaba, donde papá y mamá eran mis únicos héroes, donde los hermanos mayores eran los malos pero lastimosamente por planificación divina nada es eterno y a todos alguna vez nos toca despedir a todo eso que nos hacía pensar que la vida era un juego, que papa nos podría bajar la luna y que los malos eran los que estaban bajo mi cama o en ropero.
Era un niño demasiado tierno, me atrevo a decir que era irresistible, era el objeto de los acosos de las compañeras de trabajo de mi madre y de las tías (que mucho sufrí) hasta me pegaba el lujo de elegir a quien dar besos y a quién no.
Y así pasó el tiempo, pasaba mis tardes viendo al gran “Popeye” rescatando a Olivia, descubriendo la ciencia con “El Autobús Mágico”, pensando que no había nada mas malo que “Tom y Jerry” terminara.
Tuve muchos sueños en el transcurso de mis 17 años de vida, soñé ser científico, dibujante, deportista y cantante. Pelee por cada uno de ellos hasta que , con una sobredosis de decepciones. Jugaba bien al futbol, tenía mucha curiosidad científica y considero que escribía muy buenas canciones. Pero el tiempo cambia a las personas, así como las personas cambian al tiempo; hoy todo pasa demasiado rápido y la pregunta que viene con todo esto es:
¿Será que no es demasiado rápido para nosotros? ¿Podremos tener el ritmo que impusimos? ¿o será otro tropiezo de la humanidad?
(otro divague made in gabriu)